Y
en un momento en el que comenzaba a andar con soltura sobre el hilo
de funambulista que es actualmente mi caótica rutina, llega una
llamada y el hilo se tambalea. Y otra vez a plantearme si irme o
quedarme; si soltar lo bueno conocido o coger lo ¿posiblemente
bueno? por conocer; a decidir sobre si ascender o no en la escala
falocéntrica social; ¿pueblo o ciudad?; ¿institución o asociación?
Hasta
hace no pocos meses me hubiera decantado sobre lo nuevo, la aventura,
lo desconocido... aquello que pensaba que iba a aportar una visión
nueva a mi carrera profesional y por tanto enriquecería mi vida
personal.
Pero
ahora todo es diferente, más bien ahora todo lo que ha cambiado es
que soy MADRE. Y eso lo cambia todo. Madre sí; pero madre de las
modernas. Soy de esas madres que trabajan fuera de casa, encima en
algo que me encanta. Soy de esas madres que son conscientes de que
además de madre, son mujeres y personas individuales, y tengo mis
deseos, mis manías, mis hobbies y mi vida propia, a parte de mi vida
de familia. De esas madres que tienen entre sus libros manifiestos
feministas entrecruzados con estudios sobre crianza con apego, guías
de viajes y ensayos sobre política internacional... De esas madres,
que solo por el hecho de serlo en ésta época y en ésta sociedad,
cada día sufren pequeños ataques de culpabilidad, porque si se van
a trabajar, descuidan la casa, y si dedican tiempo a tareas del
hogar, descuidan su propia libertad.
Y
me encuentro en la encrucijada de seguir trabajando a media jornada
en el pueblo o irme a la ciudad a tiempo completo, a trabajar para la
administración en un puesto muy enriquecedor, durante 5 meses.
Mi
trabajo es modesto, pero es maravilloso. Trabajo con alma en una ONGD
en mi Valle, con gente increiblemente buena (de corazón y
profesionalmente) a mis costados, y con un valor humano
extraordinario que ha hecho posible hacer más llevadera mi vida
familiar, un poco compleja, por la enfermedad de mi hija. Esto se une
al apoyo familiar que tengo, que no es poco, y lo que podría ser un
triple salto mortal sin red, se éstá convirtiendo poco a poco en un
salto de “más difícil todavía”, complicado, pero que con
trabajo y esfuerzo se consigue.
Ya
está decidido, ¡me quedo en el pueblo! Y he aquí, que hace
aparición en este circo de lo absurdo, mi formación en género a
recordarme el TECHO DE CRISTAL1
y el SUELO PEGAJOSO2.
Aún
a sabiendas de estar engordando las terribles estadísticas que nos
excluyen a las mujeres de las esferas de poder. Y no es que no tenga
ambición, que la tengo. Es que quiero jugar a otro juego.
A
un juego en el que la felicidad se encuentra en dosis más altas en
la ruralidad, y no en las ciudades y el dinero. Al juego en el que la
familia está cercana; a ese en el que “mucha gente pequeña,
haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
Así
que ¡se acabó de poner por encima de todo el éxito profesional o
la riqueza monetaria! El mundo falocentrico ciudadano consumista se
combate con ruralidad cooperatista con energía femenina.
Puede
que esto solo sea un discurso de panfleto para darle la vuelta a los
conceptos de techo de cristal y suelo pegajoso. O puede que lo que
digo, siento y creo, cada vez está más cerca de lo que hago. Y a
eso se le llama re-evolución interna.
1Techo
de Cristal:. Se trata de un techo que limita las carreras profesionales de las mujeres, difícil de traspasar y que les impide
seguir avanzando. Es invisible porque no existen leyes o
dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una
limitación explícita en la carrera laboral de las mujeres
2 Suelo Pegajoso: se refiere a las tareas de cuidado y vida familiar a las que tradicionalmente se ha relegado a las mujeres