Ella veía la luz en la primera luna llena de este año que
termina.
Ella acaba el año entre sonrisa y carcajada, porque sabe,
desde su inocente sabiduría, que una sonrisa es mucho más útil y valiosa, da
mucha más fuerza, que una lágrima.
Ella no levanta un metro del suelo y tiene más pinchazos en
su cuerpo que su padre y más informes médicos que su madre. Pero ella no llora.
Ella se cae y como un rayo se levanta, dando lecciones de fortaleza cada día
que pasa.
Ella no quiere parar a no ser que sea para dormir o comer,
porque sabe que le espera un mundo maravilloso por descubrir, por recorrer, y
no tiene ganas de perder el tiempo.
Ella regala sonrisas al familiar y al extraño; ella es el
mejor remedio contra la depresión, la mejor excusa para no conformarse, para
seguir adelante.
Ella encuentra la felicidad en lo simple: un trozo de pan,
el viento en su cara, música en directo o el bullicio de la gente.
Y aplaude, aplaude… y aplaude. ¡Es para aplaudir! Ella es
única y lo siente. Por eso aplaude: para que nosotras también lo sintamos.
A ella no le gusta dormir sola (¿hay alguien en este mundo
al que le guste?), y dormirse enganchada al pecho de su madre es su placer más
reprobado.
Ella “de a poquitos”, me consume la energía, me llena de
miedos y dudas, me hace dibujar futuros difíciles… me quita de ratos de fiesta,
me aleja de las amistades, me trastea el sueño y me prohíbe emborracharme.
Ella “de a muchos”, me colma el alma de luz, me descubre un
mundo nuevo, me muestra la verdadera BELLEZA de la vida en sus ojos vivaces.
Ella, mi mejor proyecto. Ella, una estrella resplandeciente
en este cielo tan oscuro que ha sido el 2016. Ella... mi maestra.
Deseo un 2017 cargado de retos superados, batallas ganadas y
sonrisas compartidas… sobre todo para ELLA.
Mientras mayor es la lucha, más glorioso es
el triunfo
(El circo de las mariposas)