Las cosas, con tiempo y una copa de
vino, se digieren mejor. La paciencia, eso que tanto me cuesta a
veces soportar, se vuelve esencial en esta vida para encontrarse y
disfrutar del camino.
Las metas, los objetivos, las
aspiraciones, los deseos... en multitud de ocasiones nos hacen
olvidar que en el camino, en los pasos lentos que vamos dando día a
día, es donde se encuentra la belleza, la plenitud, la felicidad.
Siento que ahora debo tomar una
actitud pasiva y receptiva, aceptando lo que llega a mí, y
adaptándome a las situaciones, aunque para ello tenga que dejar a un
lado la obsesión por llegar a esos grandes retos que a menudo me
marco.
Y quizá eso suponga participar un
poco menos de la sociedad, para centrarme un poco más en mí misma.
El mundo me necesita y yo le necesito a él, pero como decía dice el
proverbio chino “antes de cambiar el mundo, da tres vueltas a tu
casa”. Hace tiempo, entendí “mi casa” como mi sociedad, mi
pueblo, mi región. Ahora entiendo que mi casa soy yo. Quiero ser
consciente de mí misma y de mi relación con la Tierra y todo lo
vivo, para poder así entregar en plenitud mi alma a todo lo que me
rodea, y generar el equilibrio.
Y esto no es más que un trabajo de
belleza y decrecimiento. Decrecer en necesidad para descubrir la
belleza de lo simple.
Gracias a Mandie, por el aprendizaje
mutuo y a Mario, por la simple belleza... es lindo, encontrarse por
el camino.
Cuanto más simple, mejor
ResponderEliminarCuanto más pausado, más bello
Cuando te reconoces de verdad, te das cuenta que no somos importantes