lunes, 9 de diciembre de 2013

Aludidos

Escrito por elmundoylakarmela 17-07-2011 en GeneralComentarios (2)
Aludidos 
 
Regalo narices de payaso, porque eso es lo que se me da mejor, ser payasa.
 
Una se pasa la vida intentando (aunque esta palabra me suene tan mal como le suena a Jonás “reinventando”) “ser feliz haciendo felices a los demás” (B.P), y se encuentra con un sinfín de interrogantes que no es capaz de descifrar.
 
 
No soy mala... o al menos, nunca tengo la intención de hacer el mal, aunque a veces mis actos duelan en lo más profundo a personas que no se merecen sufrir mi ineptitud. Me gusta preguntar antes de hacer, cuando se que el hecho puede ser ofensivo para alguien. Y resulta que ya solo la pregunta es ofensiva a veces.

 
Ofrezco mis bienes y mis conocimientos, que son muy pocos, pero a veces necesarios y suficientes para quien los recibe, y como buena scout intento (de nuevo la palabrita), no esperar NADA a cambio. Pero creo que esperar un simple “¿cómo te va?”, después de ofrecer tu vida... a eso... a eso no se le puede catalogar como ALGO. Esa cortesía de consideración hacia tu ayuda abnegada es un NADA necesario.
 
 
Un tiempo pensé que era rencorosa... pero lo cierto es que no soy tan pura en convicciones como para serlo. Para tener rencor tienes que tener los conceptos bien claros, y de cosas claras, por suerte o por desgracia, carezco en gran medida.
 
 
Tengo el don o el defecto de perdonar las ofensas, vengan de donde vengan. En mis casi 27 años de vida, no le he retirado la palabra a nadie, y espero no hacerlo nunca, porque eso me llevaría a replantearme la condición humana, que se me antoja más del lado de la bondad. Y este antojo es de los pocos de los que no deseo librarme.
 
 
No corro la misma suerte que otorgo yo a la humanidad, puesto que existen en mi historia personas que me retiraron la palabra. No se si por no perdonarme alguna ofensa o por ser yo una persona que resulte a veces insufrible. No lo se porque esas personas tienen en común la no confrontación. Nunca se exactamente que he hecho para que retiren el saludo.
 
 
Regalo narices de payaso, porque eso es lo que se me da mejor, ser payasa.
 
 
Curiosamente, cuando sí conozco un acto dañino de mi persona hacia otra, siempre he conseguido solucionarlo. Se pedir perdón, arrepentirme y enmendar mis errores. Esas personas siguen hablando conmigo.
 
 
Pero las que me retiran la palabra ni siquiera me conceden el privilegio de enmendar. Y no puedo enmendar porque no suele haber error que pueda reconocer, y como me retiran la palabra, no tengo la oportunidad de saber qué hice mal.
 
 
Por eso, regalo narices de payaso. Porque eso es lo que se me da mejor, ser payasa.
El enfado proviene del querer o del desear. Uno solo se enfada con alguien cuando lo que hace ese alguien le importa tanto, que el que no coincida con nuestros deseos nos enfada. Por ejemplo, yo pude estar muy enfadada con George Bush por la guerra de Irak, hasta creo que quise que alguien le borrara del mapa. Pero ese enfado provenía claramente del deseo interno de no querer que hubiese una guerra y de la convicción del poder de George Bush para saciar mi deseo. Como no lo sació, me enfadé. Ya le perdoné, me resulta más títere que malvado.
 
 
En mi estado de enfado, si George Bush hubiera sido mi amigo, nunca le hubiera retirado la palabra. Al contrario, es el momento de intentar comprender porqué actúa de esa manera, y para eso, qué mejor que hablarlo con él. Si nuestras opiniones son muy dispares, solo cabe aceptarlo (como bien me ha enseñado Martín) y centrarme en lo que sí tenemos en común, restando importancia a nuestras diferencias. Pero no retirarle la palabra... porque eso significa que el enfado sigue latente.
 
 
No quiero olvidarme de la gente que ha sido importante para mí durante algún tiempo y algunos, hoy por hoy, no me hablan. Por eso la no confrontación de las personas que me retiran la palabra me enfada. Me obligan a olvidarlas, pero no soy capaz porque el problema no se soluciona y la herida se queda abierta.
 
Así que regalo narices de payaso, porque eso es lo que se me da mejor, ser payasa. Estoy obligada a olvidar, sin poder olvidar, a las personas que me duelen. ¡¡Eso si que es ser payasa!!


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