lunes, 9 de diciembre de 2013

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Escrito por elmundoylakarmela 13-10-2012 en GeneralComentarios (1)
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Son las 6 de la mañana y llega a albergue Nicole, una amiga de Celeste que pasará con nosotros varios días. Hoy el día promete activo desde primera hora. Además, Fátima llega también hoy. Nos dicen que el tren llegará a la tarde. Vienen más de 800 migrantes y pregunto qué haremos si todos vienen acá. En este albergue no entienden de límite de capacidad. Si no entran, hay muchas colchonetas y dormirán donde sea, y la comida.... pues ya veremos, pero tendrá que haber para todos. Hoy sí haremos pan, que será de plátano porque hay muchos apunto de echarse a perder. Además hoy llega también la fruta y la verdura. Es la que sobra de uno de los mercados cercanos, y llega en muy malas condiciones. Hay que seleccionarla y sanearla. La primera vez que lo vi me dio un poco de... En fin, que hay que pelearse con las moscas para sacar provecho. Afortunadamente, después de seleccionada y saneada tiene buena pinta. Nos confirman que el tren llegará a las 5. Todos a prepararse que comienzan las prisas. Algunos de los voluntarios se van a la estación y otros nos quedamos acá, porque muchos se bajan directamente sin que el tren pare y hay que estar. Me preguntan si quiero revisar (cachear) yo a las mujeres. Puedo hacerlo, pero lo cierto es que no quiero. No me gusta que me lo hagan a mi, por tanto, yo no lo hago. Entiendo los motivos por lo que tiene que ser así: hay que revisar si llevan algún tipo de arma o traen teléfono móvil (no se permite su uso dentro del albergue por cuestiones de seguridad). Finalmente lo hará Celeste y yo me dedicaré a hacer fotos para el registro. Ya viene el tren. Desde que suena la sirena me dan escalofríos. Me cuesta mucho, muchísimo entender porqué emprenden el viaje, y siento que a muchas de éstas personas les pasarán cosas muy feas a lo largo de México. Su calvario no acaba más de comenzar.

Por eso, aunque lo único de lo que tengo ganas ahora es de irme y echarme a llorar o gritar, en definitiva, sacar la rabia que tengo dentro, paso toda la tarde con la mejor de mis sonrisas, dando la bienvenida a los que llegan y sacándoles foto para el registro. 123 migrantes. Esos registramos hoy. Casi 3 horas sin parar y muchas historias que te revuelven las entrañas.

Un niño de 17 años, hondureño. Viaja solo, huyendo de sus padres porque se peleaban y le pegaban. Él no tiene a nadie y viene hasta México a buscarse la vida. Pregunto a Fátima si se le puede desviar a servicios sociales. Dice que eso nunca funciona. Seguirá su camino solo. Ni siquiera tiene un número de teléfono al que llamar para decir que está bien. Tiene una cara tan inocente...

Dos hermanos menores con apellido impronunciable, también hondureños. Uno de ellos es sordo y no se comunica tampoco en lengua de signos. Ellos sí van a Estados Unidos.

Llegan también varias mujeres. Una de ellas con un bebé de no más de 2 años y embarazada de 5 meses. Todas ellas tienen cara de estar exhaustas. La mamá apenas tiene fuerza para llevar en brazos a su bebé. No trajo pañales y encontramos un pañal de adulto en el almacén que “tuneamos” con celo y convertimos en dos de niño. Mañana Médicos Sin Fronteras los vera.

Un señor, con las manos totalmente hinchadas por picaduras de avispa. Otro señor, viejito, con los pies hechos polvo de la caminata hasta Arriaga. Otro hombre, con una brecha enorme en la cara. A éste lo llevan al hospital. Sus propios compañeros le atacaron para robarle.

Mientras registro pienso en Honduras. Casi todos los que llegan son de allá. Casi todos varones. El país debe de estarse feminizando porque realmente son muchos los que vienen. Familias enteras rotas por el sueño americano. Y este sueño, miles de veces se convierte en pesadilla, o en un sueño repetitivo de deportaciones y viajes peligrosos.

Agricultores, albañiles, peones...algunos de los migrantes no saben ni su fecha de nacimiento. Algunos, solo tienen un apellido. El que tiene suerte, tiene a alguien en Estados Unidos, pero de esos llegan pocos al albergue; bajan antes y se van con los coyotes, que a cambio de dinero, les indican el camino; eso, en el mejor de los casos, porque en otros, están en contacto con las mafias y los policias corruptos para robarles, secuestrarles o extorsionarles.

Para más suerte a las 19.30 aproximadamente se pone a diluviar. Cada uno se refugia donde puede. Esto hace que haya más migrantes que vengan, porque no pueden dormir en la calle. Sacamos colchonetas en la noche y se acomodaron entre el comedor, la capilla y los porches. Espero que descansen.

Hoy he decidido salir a correr con Fátima, creo que lo necesito. Ya dos personas me preguntaron que si estaba triste y no paro de darle vueltas a la cabeza. Desafortunadamente, todo está embarrado y es imposible salir a correr. Me meto en la cama, pensando que mañana será otro día. Sueño mucho: con mi familia, con mi abuela, con mis amigos, sueño que estoy en un lugar alto y tengo miedo de caerme.

La mañana siguiente me despierto a las 6. La mitad de los migrantes de anoche se han ido; estaba dilubiando cuando salió el tren para Medias Aguas. Espero estén bien.


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