Descubre Tana en ambulancia
Descubre Tana en... ¡ambulancia!
6/12/2013
Ante todo, no se asusten. Estoy bien.
Resulta que vengo padeciendo infecciones de oído y una creciente
sordera prácticamente desde que llegué a este bonito país sin
apenas asistencias médicas. Cuando tuve la primera infección, ilusa
de mi, llamé al seguro y me dijeron que para que me viera un
especialista, había que ir a Antananarivo. Yo refusé la apetitosa
oferta de ir a Tana en avión, por parecerme excesivo para una triste
infección de oído, comparado con lo que se ve por aquí a diario,
además de doloroso (volar con los oídos malos no debe de ser bueno.
Después de probar distintos remedios caseros y varios hospitales
cercanos, decido tomarme una semana de descanso (que falta me hace) y
ya que estoy, ir a Antananarivo al especialista.
Un paseo por Manakara en tren (muy bonito, la verdad) y a Tana, a
llamar al seguro para que me vea el especialista. 1 día en taxi
brousse, 1 en tren por la selva, 2 en 4X4 por curvas espectaculares
de Manakara a Tana y llego. Llamo; más bien llama mi madre desde
España porque aquí no funciona bien. Me llaman y me dicen desde
España que no son capaces de contactar con el médico de aquí ese
día, pero como yo le expliqué que no era urgente, podrán
contactarme mañana. Me preguntan mi dirección: les digo en un mal
francés el nombre del hotel (de una cuarta estrella, que no de 4),
que se encuentra perdido en mitad de una escalera en las callejuelas
del centro y quedamos en que mañana me avisan. Pero resulta que a
las 11 de la noche, un gracioso médico bajito y su enfermera guapa,
se instalan con un maletín y muchos papeles en mi habitación,
dispuestos a hacerme una traqueotomía con un capuchón de boli. Yo
les explico que no es urgente, que quiero que el especialista me mire
la sordera, pero ellos se empeñan en darme 2 cajas de amoxicilina y
paracetamol a espuertas para calmarme un mínimo dolor existente.
Antes de eso, no sin antes cometer uno de esos “descuidos de
médicos malgaches” que es dejarte el osteotoscopio en el hospital
y tener que regrerar a por él, dejando a la enfermera viendo una
peli en el cuarto de hotel con el paciente.
A la mañana siguiente, yo ya me había mudado a un hotel un poco más
salubre y después de una pequeña confusión, una ambulancia, esta
vez con una enfermera un poco más fea que no habla francés, aparece
a buscarme a la puerta del hotel. Me monto, con mi sudoku de la mano
convencida de que tardaremos 2 horas en llegar al destino y no quepo
en mi asombro cuando al minuto de estar en la furgo (para ser
ambulancia debería de llevar algo más que una camilla medio rota
dentro) comienza a sonar a todo trapo la sirena. Sino te dolía el
odío, ahora te va a doler. Y empezamos a hacer el Rally de Tana,
tampoco se puede decir que a gran velocidad, porque los coches, por
mucha sirena que lleves, no se pueden apartar en esas calles
estrechas. Al fin llegamos, entro rápido, firmo factura de
ambulancia y radiografía y me dicen que a otro hospital. Con
radiografía en mano, y transportando al médico y a la enfermera que
hacen la visita domiciliaria, disfruto del paisaje a golpe de sirena
que me ofrecen los cristales opacos de mi furgo. Esto, en este país,
para este oído, me parece excesivo...
Bajándome de mi problema moral, llego al hospital universitario, en
donde la sala de espera son los pasillos, sin sillas y sin luz en
donde la gente se sienta en el suelo. Y como cualquier hijo de
vecino, me siento en el suelo y espero. Cuando llega el médico (que
se disculpa porque viene de una operación de urgencia) soy la
primera a la que llaman.
Guapo el médico, joven... aquí la carrera dura 3 años. En su
despacho, que parece más la cafetería que una sala de médico,
comienzan a reunirse para comer los médicos de prácticas. Hasta dos
veces tiene que mandarlos callar para poder seguir la consulta.
Después de una entrevista muy profesional, dice que me receta la
audiometría y el timpanograma, pero que tengo que ir a otro hospital
más lejos porque el que las hace en este, está comiendo y ya no
vuelve. Pero él sin embargo, quiere que nos veamos otra vez mañana
con los resultados. Después de negociar con la ambulancia, quedamos
en que iremos al otro hospital también mañana y que me llamarán.
La tarde la paso un poco libre, aunque cansada de tanto atasco y
tanta ambulancia.
La mañana siguiente llega, esta vez con un enfermero y mi informe de
la mano. Lejos, muy lejos, al ladito de la fortaleza Super Espacial
de la embajada de Estados unidos (Chano bevata biby), un hospital
como un pueblito me espera para hacerme las pruebas. Confirmado,
pierdo oído. Pero como ya es muy tarde, tendré que ir después de
comer a darle las pruebas al especialista. Aquí soy rápida y le
digo a la ambulancia que me deje en el mercadillo del jueves y que me
recoja en el hostal esta tarde. El mercadillo era como el de Badajoz
(todo productos chinos) pero con más negros y hablando en otro
idioma. Yo, la única blanca, no entendía nada, pero seguro que
decían cosas como:”bragas a 1000 Ariary”, “zapatillas del
reibuk, nike...”, “lo estamos dando, lo estamos regalando”:
De la siesta, me despierta de nuevo el de la ambulancia, esta vez con
una enfermerita joven y tímida, comiendo ambos un flash de esos
“echo en casa” que venden aquí, dispuestos a llevarme de nuevo a
ver al médico atractivo. Como de costumbre, este no está, espero
sentada en el pasillo, y cuando llega...!oh famoso olvido
malgache!...se le han olvidado las llaves del despacho. 20 min más
tarde, aparece con las llaves del despacho de su compañero,
disculpándose mil veces por el error. Yo le perdono, total, ya estoy
embaída jugando con la pirámide unida por un imán a un ave que
tiene su compi en la mesa (chino casi seguro). Mira los resultados:
“en efecto: te estás quedando teniente”. Más pastillicas
recetadas, y me llamas dentro de 8 días (porque como tengas que
venir desde Tulear...).
Pago las últimas pastillas de mi bolsillo, porque llevamos un rato
esperando a que el seguro confirme, y finalmente me dicen que tengo
que pagar yo y que luego me lo devuelven. Y la ambulancia, esta vez
sin sirena, me deposita a la puerta del hotel por última vez.
Conclusiones:
- Como te pase algo realmente grave aquí...
- Si hubiera estado en España, hubiera ido a centro GAES a hacerme la consulta gratuíta. Aquí tengo que pasar por varias etapas antes.
- Ser vasaha, y pensar que todo esto se moviliza por tí, mientras ves lo que ves en la calle, se siente difícil.
- ¡Qué rabia! Unos tanto, y otros tan poco...
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