Hoy es un buen día para morir
Hoy es un buen día para morir, y he muerto. Hoy he asistido al
temazcal, a nacer de nuevo del vientre de la Madre Tierra. Lo
necesitaba. Mi espíritu inconformista ya quería encontrar su rumbo.
Y aunque creo que no toda mi energía ha estado puesta en el
temascal, por mi dolor de espalda y porque empecé distraída,
prendiendo mal la lumbre y en el Inframundo, punto cardinal que no
quería pues yo quería el sol, finalmente el hombre medicina me
colocó en el mejor lugar, frente a la puerta.
No puedo relatar lo que he sentido porque he de ordenarlo en mi
cabeza, y en mi corazón. Sólo quiero transmitir un poco lo que
siento desde que estoy aquí y ahora, después del temascal, más.
No entiendo cómo allí nos hemos podido olvidar tanto de la función
espiritual de la naturaleza. En nuestro mundo occidental, si tenemos
algún problema con el trabajo, la familia... acudimos al psicólogo
o al cine a que nos distraiga, o a un bar, a emborracharnos. Cuando
sería mucho más reconciliador acudir al bosque simplemente a estar
contigo mismo, a pensar y hacer renacer el conocimiento que ya llevas
dentro. Algunos pensarán que esa visión también puede hacerse
desde la ciudad. Pero si de algo estoy segura, es que desde allí no
puedes conectarte con la paz del medio natural.
La naturaleza te deja que oigas tu respiración, que sientas el
viento, que escuches el crujir de los árboles y el murmullo de los
animales. Que te sientas una estrella del cielo, o un poquito más
cerca de la Luna. Y sobretodo, estando allí te acuerdas que
formas parte de ella, de la Tierra.
Y a nosotros se nos olvidó. Pusimos cemento encima y levantamos
edificios altos que nos alejaron de lo que nos da de comer, de lo que
nos da de beber, de lo que al fin y al cabo, nos permite vivir.
Y aquí en México, se acuerdan, no todos, pero si muchos, de
agradecer a la Madre Tierra todo lo que nos da. Algunos, le piden
permiso para edificar o para hacer un camino. Alguién me contó el
lunes que vió cómo una señora de Chiapas lloraba, cuando una
patrulla del Ejército Méxicano, del que él formaba parte,
tumbaba uno de los 3 árboles que la comunidad indígena les había
permitido cortar, para hacer un camino de su poblado a un pueblo más
grande y estar mejor comunicados.
Pero sin embargo poco mexicanos se acuerdan de cuidar la Tierra
materialmente. De no tirar o generar basuras, de no contaminar
sus aguas, y de no destrozar el aire que respiran. Y eso parece que
nuestro mundo occidental si lo tiene un poco presente, al menos en
Europa.
Si los dos mundos llegaramos a entendernos, creo que el equilibrio
sería más armónico. La Tierra dejaría de producir el ruido que ya
está haciendo, y que no tiene otro fin que el de avisar al ser
humano el mal que está causando; y el ser humano viviría más
feliz, más sano, con menos enfermedades producidas por su propia
especie, como el stress, y, en definitiva, todos fluiríamos en
la misma dirección.
Me quedo con una frase de los rezos del temascal: AMAR A TODO LO QUE
SE MUEVE Y A TODO LO QUE TIENE VIDA.
Y también me siento con ganas de darle gracias a mis padres, pues
gracias a ellos, nací, estoy aquí, y puedo disfrutar de la vida y
la naturaleza, que es maravillosa y está repleta de lugares donde
reencontrarte a tí mismo siendo parte de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario