La vida es un teatro
La
vida como un teatro
Una vida en que te parece que todo lo que tienes alrededor, incluso
tu misma, es parte de una obra teatral. Y todo pasa sin que tu puedas
intervenir más allá del aplauso, el saludo, la risa o el llanto. No
comprendo, no intervengo. Miro y escucho, porque cuando haces una
inmersión en una cultura tan diferente a la tuya, hay que tomarse un
tiempo para entenderlo.
Me siento verdaderamente observada. Pueblo pequeño, que pasa la
mayor parte del tiempo en la calle, aparentemente sin nada que hacer,
sin nada que les anime a hacer otras cosas, a buscar otro porvenir, a
salir de la pobreza. Mangily es pequeño, tiene unos 6000 habitantes,
con calles de arena de playa, casas de madera y bunju, de
aproximadamente 20 metros cuadrados y terrenos cercados con Sogno, en
los que cohabitan animales y personas. No hay luz ni canalización de
agua... Andas por la calle y tan pronto te encuentras con una señora
meando, como con un zebú, o mismamente esta mañana, una pelea de
gallos que se han encontrado en una esquina. A veces, todo me parece
incomprensible...A veces, todo es un teatro... pero verdaderamente es
realidad.
En Mangily no hay aparentemente mucho, pero hay Vasahas, hay
turistas... Hay hoteles y restaurantes cerca de la playa... y también
hay muchos malgaches buscando vasahas. Para que les des un “cadeau”
los niños más pequeños, para que las mires bailar o te den un
masaje, las niñas un poco más mayores. O para que finalmente un
Vasaha cualquiera, no importa quién, le invite a pasar la noche con
ellas, con suerte quedarse embarazadas, y así por fín poder salir
de la pobreza. La familia les anima, porque que te toque un Vasaha es
como si te toca la lotería. Cuanto más viejo, mejor, seguro tiene
más dinero. Su futuro y el de sus hijos está asegurado. Y yo no aún
no soy capaz de hacer un juicio sobre esto. Por un lado el europeo,
viejo y sin escrúpulos, que viene a acostarse con niñas. Por otro
lado, niñas, que viendo las oportunidades que te presta Mangily,
piensan que lo mejor que les puede pasar es precisamente eso.
En Mangily hay pesca, pero se está acabando. En Mangily hay bosque,
pero se está destruyendo. En Mangily no hay médico, solo dos coles,
de acción humanitaria y a los que por supuesto, no van todos los
niños. No hay cultivos, no hay industria... Hay turistas vasahas.
Y con nosotras Vassettes, más o menos los mismo. Todos quieren ligar
contigo, todos desean tener un hijo tuyo. No importa si eres guapa,
fea, lista o torpe. Eres blanca, eres buena caza.
Y todo el mundo saluda, quizá porque si te conocen, pueden tener la
esperanza de salir de una vida aparentemente tranquila, pero
realmente bien dura. Físicamente, cualquier mínimo trámite de tu
vida doméstica es un trabajo. Ve a por agua al pozo, enciende el
fuego para la comida, ve a por leña, construye tu propia casa, mata
el pollo que vas a comer hoy y camina.... camina sobre tierra de
playa todo el tiempo. Desde las 5 de la mañana hasta que anochezca.
Superhombres y supermujeres que no pierden la sonrisa casi nunca, que
muchos saben que están vivos de milagro, porque cada día muren
muchas personas por causas que se evitarían seguro con lo que en
Europa llamaríamos servicios mínimos de vida (agua potable, comida
diaria y variada, retretes...) Pero en Mangily eso no existe, o
existe solo para Vasahas, y algún que otro malgache venido a más.
Es por eso que no soy capaz de emitir un juicio justo a esta
sociedad.
Un país prácticamente sin gobierno, donde el ministro de educación
acude a Mangily a inaugurar el año escolar borracho con una camiseta
de THB (la cerveza de Mada) anunciando que este año, el presupuesto
para educación es 0; un país inmenso, con comunicaciones horribles;
un país con enfermedades, animales y plantas que no están siquiera
catalogadas. Un país roto, cassé, simba. Otro ejemplo de país
hermoso, rico en su ensencia, y pobre en su existencia. Como tantos
otros países del sur.
Y Mangily... Hay un Fukuntani, que ni lee ni escribe, como la mayoría
de la población, que es elegido de por vida por el pueblo y es algo
así como juez y alcalde. El otro día, hubo una reunión debajo del
Tamarindo por el robo de dos zebús en el pueblo de al lado, y la
pelea de dos jóvenes, con final mortal para uno de ellos. El rey de
Ifaty, luciendo en su gorra una hoja de Mariguana, Fukuntani de aquí
y el del pueblo de al lado, después de escuchar los distintos
argumentos, dieron un veredicto de qué hacer con respecto a los
sucesos acaecidos. No me quedé a escucharlo, porque no entendía
mucho, y todo aquí es mora mora, pero seguramente el agravio se
arregló con dinero. Yo era un teatro para todos, porque ¿qué hace
una vasaha en un kaburi? Pero ellos eran para mí otro teatro.
Por eso mi día a día es un teatro.
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