Dejad que los zancudos se acerquen a mi
Dejad
que los zancudos se acerquen a mi
5.30 de la mañana. Mierda!! Puse mal el despertador. Hay que darse
prisa el tren debe estar a punto de llegar. 5.35. Suena la sirena, ya
está llegando. No me ducho, no da tiempo. Corriendo a abrir la
oficina para el registro. Cada uno a su lugar. El tren llega. Aún es
de noche y pienso que así es mucho más dificil que los migrantes
vean el albergue. Llegan unos once, muchos de ellos nicaragüenses;
caso extraño. Edwin, uno de ellos, que tiene un aire al residente de
Calle 13, me dice que ha cruzado ya 30 veces. Se ve que conoce por
donde se mueve. Más tarde me lo encontraré en la consulta de
Médicos Sin Fronteras. Él y sus 5 amigos se ponen una inyección de
vitamina para aguantar el viaje. Hablo con Celeste de la posibilidad
de que sea Coyote. Pronto la descartamos porque parece que más del
grupo residen en Estados Unidos y también conocen el camino.
Registramos, me tomo un café, voy a ducharme y regreso a la oficina.
Hoy viene Lupita en la tarde y por la mañana, a las 9 aparece la
madre Teo. Me dice que puedo tomarme el día más relajado y
aprovecho para ir al médico a que me vea mis múltiples picaduras en
las piernas de zancudos y para dar una vuelta al mercado y a la
farmacia buscando un mejor repelente. Celeste me acompaña y vamos
también al super para comprar algo de comida. La comida en el
albergue no está mal, pero es muy repetitiva. Hoy había de
desayunar lentejas. No hay leche, ni yogures, por eso algunos
voluntarios compran algunas cosas propias. Yo compré yogur, pan y
queso filadelfia. La verdad, no tengo mucha hambre, aunque aproveché
para tomar un jugo y una torta en el pueblo y mientras estábamos en
el restauran, apareció Gonja, una austriaca que está haciendo un
reportaje sobre la migración y que se quedará unos días con
nosotros en el albergue. Entre unas cosas y otras, es la 1 y hay que
regresar. Ayudo a los voluntarios de Querétaro a ordenar la ropa
donada, para que los migrantes puedan mudarse. No nos valen ni
zapatos de tacón, ni faldas. ¿Quíén se pondría esto para trepar
en un tren de mercancías? Se hace divertido porque algunos migrantes
están alla, haciendo pase de modelos. Es la hora de comer: lentejas.
La tarde se me pasa entre mandar mails, visitar la granja, y platicar
con un salvadoreño de ojos azules de la crisis, el sistema, la
espiritualidad y las religiones. No tiene estudios, pero se ve
inteligente y culto. A él le deportaron dejando 4 hijos en las
Vegas, de 3 mujeres distintas, y 18 años de vida allá. Me cuenta
que una vez le deportaron por una discusión con su suegro, acusado
de violencia doméstica, regresó y al tiempo le metieron en la
cárcel 3 años en Estados Unidos por ese mismo delito. Él regresa
porque sus niños están allá y reflexiona sobre la cantidad de
niños y niñas latinas que están creciendo sin sus padres en
Estados Unidos, porque a los adultos los deportaron. Crecen en
orfanatos y muy probablemente sean los delincuentes del mañana. Los
gringos, al separarlos de sus padres, promueven esto.
Me ducho de nuevo, me pican mucho las picaduras. Espero que el
repelente y la crema que Médicos Sin Fronteras me dio sirva para
algo. Voy a a la cocina y mantengo una plática con Mailte,el alemán,
y con los cocineros, que hablan una legua indígena, el mija (o algo
así) sobre cual de los dos idiomas es más difícil. Es divertido
porque mantienen una competición de palabras impronunciables para
mí. Rebuscan en su idioma a ver cual es más complicada. Ganó el
Mija.
La cena estaba especialmente rica: carne de res con arroz. Después
de la cena, juego un ratito al Jungle Speed y a las damas con
voluntarios y migrantes. Marvin, alias Harry Potter por la cicatriz
que tiene en la frente, un migrante de 20 añitos que lleva con
nosotros ya más de tres días y nos ayuda como voluntario, juega
también y se la pasa divertido. A él, su mamá le llama todos los
días desde Estados Unidos. Apenas la conoce, se fue para allá
cuando él solo tenía 8 años. Ahora se reencontrarán.
Llueve. Son las 22.00 y creo que ya es hora de irse a acostar. Me
despido de Edwin hasta mañana, que me ganó la última partida de
damas. No estoy segura de volverle a ver porque el tren que va hacia
el norte cuando me estoy acostando suena a lo lejos. Al haber
llovido, el viaje se hace más peligroso. Son más fáciles las
caídas. Además se rumorea que está habiendo secuestros de los Zeta
en Medias Aguas. Espero que todos vayan bien.
Ah! Caro y Chata me dieron una alegría. Se quedaron dormidas y no se
fueron. Las llevo viendo todo el día hablar con unos y con otros.
También platicaron con la psicóloga de MSF y están esperando una
llamada. Me preocupan. Son jóvenes e inconscientes, y muchos con los
que andan son muy vivos. Espero que la psicóloga les haya hablado de
cómo cuidarse...
Voy a dormir deseando que mañana amanezca con mis piernas en mejor
estado. Buenas noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario