En Barranquito me quedo...
En
Barranquito me quedo...
Recién llego de un concierto en La Noche de Barranco... Andrés
Prado (no confundir con Javier Prado ni con José Pardo, calles de
Lima, como me pasa a mi). Lo he disfrutado sintiéndolo igual
que él tocaba, lindo, con Duende. Ya mi noche empezó
bonita, con una performace desacompasada que envolvia a ratos y
endulzaba a veces. Varias personalidades representadas en dos
personas y unas cuantas músicas.
Más tarde conocí a Jordi, contador de historias y en media hora,
narró una vida de fábula y cuento, en la que no faltaban las
palabras que me hacía parar y pensar... Y Richar, un escultor sordo
con sensibilidad para el arte y para leer los labios a velocidad
imposible de superar... Y el círculo vicioso, que es Lima
para mí, donde se juntaron de casualidad, dos personas a las que
quería contactar... Y finalmente el Jazz... ése tan lindo que no
sabes si está sonando flamenco, salsa, bolero o tango... ese que ha
sido capaz de silenciar a tanta gente, y de hacer notar por todo tu
cuerpo un mar de música y energía que estremece.
Y es que Barranco tiene esa vibra. Estando más cerca del final
de mi estancia que del principio, muchas imágenes vuelan
en mis sentidos...
Los atardeceres en el Malecón, sola, acompañada, o de paseo con
Rocío, que me silencian y a veces me envuelven para
transladarme también al mismo tiempo, a Nayarit o a la Alcazaba de
Badajoz.
Barranco tiene los mostruos de Julissa y las tardes de cante,
guitarra o piano, del sonido oficial de mi edificio.
Mi portero, al que siempre me da pena despertar, y más si vengo en
compañía, lo que ocurre a cada rato porque mi casa es un
espacio abierto a los que se atreven a ser mis amigos y mis amigas.
También a las hormigas, que como dice Lou, son amigas, y de vez en
cuando también se cuelan animales menos sociables, o por lo
menos, con más mala prensa.
Tiene ese carnaval, que viví de azul primero, con rosa y máscara
después....
Tiene el puente de los suspiros, mis mañanas corriendo hasta la
playa y mis tardes, intentando sacar el arte que respiraba soplando
por un saxofón que no quería corresponderme con su sonido...
Tiene las esperas a personas que sabes que no van a aparecer, o que
aparecerán más tarde, pero a los cuales sigues queriendo,
apreciando, y esperando.
Tiene la ensalada de frutas del lugar de comidas de enfrente, o los
sangüiches de pollo con jugo bien fresquito, de las mañanas de
resaca o sin dormir de la esquina.
Tiene a Jonny, del Juanito y a Diego, el del Flat, con su
camiseta de José Olaya, "héroe nacional", que me
recordará siempre a Lito y al día del Pisco Sauer.
Tiene el cuadro de la habitación grande, y los puff que han
conocido buenos momentos, y momentos no tan buenos.
Tiene la habitación de debajo de la escalera a la que
siempre tuve ganas de entrar, pero aún no conozco. O mis vecinos,
los guapos o los interesantes, que me cruzo por los pasillos y que
tampoco llegaré a conocer, aunque nos lo hayamos propuesto desde el
primer día.
Tiene a Gared es su compu, o mi casa iluminada por velas en la Hora
del Planeta.
Tiene tipos de seguridad que te sorprenden con su taparrostros, o
lolitas rubias, gradotas y de edad avanzada, con las que te cruzas a
las 5 de la tarde.
La bodega con futbolín, el olor de la ropa cuando viene de la
lavandería, que es agradable aunque sepas que esa lavandaría te
encoje la ropa; el Tizón, el Sargento Pimienta que me decepciona
siempre, el Dragón del que todos hablan y nadie va, la tienda de
antigüedades que da menús, las fachadas que te sorprenden con
sus accesorios y pintadas y los azulejos de la acera de Cajamarca...
Tantas cosas tiene Barranco, que no podría acabar de compartirlas.
Cada día acá es un mundo del que poco a poco, me voy a tener que
despedir... porque este Barranco, también me ha hablado de la
importancia de la soledad, y aunque he querido escucharle, la
nostalgia me visitó agridulce en pocas ocasiones, pero profundas.
Cada cosa de Barranco, me hace querer compartirla con alguien de mi
vida. En el Jazz, mi hermano Alf o Abel, o Eloy, rodaban por mi
mente, porque lo hubieran disfrutado, y yo junto a ellos. Cuando
descubro una nueva fachada, me acuerdo de Caty y cuando veo a los
perritos de la calle, de Chido.
En fin, mi corazón dividido, por querer compartir todo lo siento con
cada persona que conozco. Pero sé que eso no puede
hacerse material, así que aquí dejo plasmado un trocito de
este Barrio, que me acogió con los brazos abiertos y del que
disfruto con el corazón dispuesto.
Seguiremos conociéndonos este mes que nos queda. Mientras tanto, un
poquito de eso que siento: acá va Andrés Prado y su
canción, Chincha:
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