La llegada del tren
La
llegada del tren
6.00 a.m. El yet lag y los nervios hacen que me despierte. Me ha
picado algún mosquito, pero no demasiados. La pulsera que me compré
creo que no funciona. Comparto habitación con Fátima y Celeste, una
californiana que realiza un proyecto sobre mujeres migrantes.
Ciertamente la Palapa, que es el cuarto de voluntarios, necesita un
arreglo. Todo está sin pintura, y el techo tiene grandes boquetes.
Las puertas de cada habitación son telas, y el baño y la ducha se
merecen un alicatado. Pero aún así resulta acogedor. Me ducho, por
supuesto, con agua fría, y me dispongo a ver si desayunamos. Sin
embargo, no es así. Fátima me enseña las instalaciones: una
granja, un huerto, el comedor, la cocina de leña, el horno, el
cuarto de mujeres...el de hombres lo vemos de lejos porque hay
migrantes allá aún durmiendo; y llegamos a la oficina y ahí están
esperando migrantes para que registremos la entrada. Ya de día
observo el albergue. Da la sensación de que todo está por acabar.
Están arreglando las callejitas que unen todas las dependencias, y
parece que vivimos dentro de una obra. A las 9 vamos a desayunar:
Tortitas y patatas con huevo; de beber, café muy dulce. Está
riquito. Fátima llama al albergue de Arriaga y nos informan de que
el tren salió a la 1 de la madrugada, con lo que llegará aquí a la
una del medio día. Sale de la oficina y grita a la cocina: ¡hoy
viene el tren! No sabemos cuantos migrantes trae, pero hay que
prepararles comida, y algunas cosas de primera necesidad. El quit
básico es: un trozo de papel higiénico, una pequeña bolsa de jabón
para la ropa, un trozo de pastilla de jabón, pasta de dientes y
cepillo. A veces, hay calcetines y alguna ropa para dar, incluso
mochilas de tela (yo tengo alguna de propaganda, que apenas uso; aquí
son muy deseadas). Me paso la mañana platicando con Fátima sobre
los pormenores del proyecto. Nos interrumpen a cada rato, porque ella
sabe donde está todo, y la necesitan mucho. Las cosas son distintas
hablando cara a cara que por skype. Acá me entero mucho mejor de
cómo funciona todo. Necesitan formación de voluntarios, estructura.
Tienen áreas y encargados de cada una, aunque no tienen definidas
plenamente sus funciones pero como positivo, todos se ayudan.
La 1.15 p.m: un pitido nos avisa que llega el tren. Rápido, todos en
formación. Gente que va con una mesa a recibirlos y otros que nos
quedamos programando el registro y la bienvenida para que sea lo más
rápida posible y los migrantes puedan ir pronto a comer. Vienen unos
70, entre ellos dos chavitas de 19 años de El Salvador, Caro y
Chata, que vienen acompañadas por el tío de Caro que dejó un hijo
de 3 en su país con su abuelita. Ellas van hacia DF, donde está la
mamá de Caro. Les recibimos a todos con dulces, y Teo una monja
española que colabora aquí, les explica que acá no queremos armas,
que acá todos compartimos y que pueden comer y descansar lo que
deseen. También pueden llamar gratis a los Estados Unidos, y enviar
mensajes a Honduras, Guatemala y El Salvador. Otro de los servicios
que se les da es poder recibir dinero por varias agencias. Luz está
encargada de esto. Los giros se los deben de mandar a ella porque
ellos, al no tener documentos, no pueden recogerlos.
Ya nos vamos a comer: papas con verduras y pollo. La comida la dona
la beneficencia y alguna empresa que ya no puede vender ese género.
El trabajo es duro en la cocina. El fuego es de leña, y en este
caso, ni sabíamos aproximadamente cuantos iban a estar. Además, hay
que ser creativo, porque el género del que se dispone cada semana,
según parece, es el mismo, y hay que inventar platos nuevos para que
no resulte monónoto. Gloria y su esposo, los cocineros, lo hacen muy
bien, y junto con el alemán Maite, prepararon la comida para todos.
En la tarde tenemos reunión todos los voluntarios. Ya llegó el
padre, y nos trajo dulces. En la reunión, que comienza con una
lectura motivacional sobre como un caracol quiere cambiar el mundo,
se hablan de los distintos problemas de cada área, y se les va
buscando solución. Da gusto encontrarse con gente que tira para
delante como sea, simplemente porque siente el deber de hacerlo. A
mitad de la reunión nos interrumpen ruidos provenientes de fuera del
albergue. Todos sabemos que son tiros, y el responsable de seguridad,
que también se encuentra en la reunión, sale a ver que pasa.
Mientras seguimos con la reunión con normalidad, el de seguridad,
regresa y dice que son cohetes. Nadie se lo cree y vuelve a suceder.
Ahora van todos los de seguridad, y mientras tanto, nosotros seguimos
reunidos. Mucho más tarde, nos dicen los de seguridad que
efectivamente eran tiros, pero no los pueden detener porque los están
haciendo desde su casa y no tienen orden de registro:¡Flipante! En
fin, nosotros a lo nuestro, que es lo que nos ocupa.
Acabada la reunión, cenamos y platico más amistosamente con algunos
de los migrantes, especialmente con las dos chavas. No me imagino lo
valientes e inconscientes que son al arriesgar su vida para muy bien
no sabemos qué.
Pronto me voy a dormir porque estoy aún con el horario cambiado, y
hoy fue un día más que tenso. Mañana además, promete duro, porque
los cocineros descansan y tenemos que suplir su falta como podamos.
Buenas noches
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