Hablo más que hago, miento más que digo
Hablo
más que hago, miento más que digo
Principios... por eso se llamaran así. Porque son difíciles de
llevar a cabo. Como todos los principios, que son difíciles. Cuando
crees en algo y piensas que estás en lo cierto, debe de ser
relativamente fácil (o al menos, no tan complicado) luchar por ello.
Cuando crees en algo y no sabes si estás esquivocada, ya no es tan
fácil. Puedes tener claro lo que es bueno para tí, pero... ¿para
los demás? Cada uno es un universo totalmente diferente, y nos
empeñamos en hacer esos universos indénticos. Queremos que todo el
mundo pueda tener un techo, saber leer y escribir, tener una familia
o conocer a sus antepasados... Pero ¿necesitamos eso? Y lo que es
más importante, ¿lo necesitamos todos?
No lo se, y probablemente no sepa contestar a eso nunca. Mi sociedad
me hace pensar en masas cuando debería pensar en personas. En
pequeñas y miserables felicidades de cada uno. Pero cada felicidad
navega para atracar en puertos distintos, y esos, puede que no sean
mis puertos, puede que ni se acerquen a mis principios.
¿Estará la colectividad y la visión más humanista de los
problemas reñida? Si mañana me preguntasen con que tres cosas sería
feliz, ¿sabría contestar?
Es tan difícil que el mundo coincida en algo, que hasta tus
principios más universales pueden ser la cola de la felicidad de
mucha gente.
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