Cuanto más inteligente pareces, más tonta te sientes
Cuanto
más inteligente pareces, más tonta te sientes...
Vuelta al paro, vuelta al estrés. Vuelta a enviar más de treinta
currículums diarios, diferentes, por supuesto, que van desde el más
completo en formación academico-profesional, hasta el más pobre
para solicitar un plaza mal pagada de niñera en país extranjero.
Vuelta a pensar en dónde falla esa maldita ficha que te define y a
buscarle solución. Así que a retomar el doctorado, a hacer otro
Máster del Universo y a aprender inglés. Mientras, vete pensando
cómo comer los siguientes meses porque ya está bien, porque tienes
27 años y está feo seguir viviendo de unos padres que se han dejado
media vida y parte de su sueldo en rellenar ese papel llamado CV que
no te está sirviendo más que para colapsar la lista de correos
enviados de tu cuenta.
Y la gente me dice: ¡es que no paras quieta en ningún lado! Que me
lo expliquen, por favor. ¡Qué me expliquen dónde paro quieta! Si
vivo de prestado allá donde voy. Un coche prestado, una casa
prestada, un trabajo que me prestan por unos meses... ¡hasta estoy
apunto de vivir con ropa de invierno prestada!
Vivo de prestado, cierto es, un poco porque quiero y un muchísimo
porque me obligan. El porque quiero viene dado por el
anti-conformismo: no me conformo a vivir una vida insulsa y triste,
sin emoción, en un trabajo que no me guste, sufriendo que me sobre
mes al final del sueldo. Esta es la vida que desgraciadamente vive
gran parte de mi generación en este tiempo. Y el porque me obligan,
salta a la vista. Me siento en la obligación de no quedarme sentada
a ver si me llueve el trabajo, porque como no tengo padrino bueno,
ese no va a llover. Y en días cómo el de hoy, dónde casi me tima
una irlandesa aprovechada y dónde por enésima vez he sido rechazada
en dos de las múltiples becas a las que opto, sin justificación
alguna y cumpliendo con creces todos los requisitos, una no puede
evitar sentirse tonta o tontísima.
Y no digo yo que solo el “enchufao” trabaja o que yo tenga el
mejor currículum de todos. Por supuesto que no. Yo digo que no se me
ocurre qué más tengo que hacer para obtener un trabajo medianamente
digno (ni siquiera estoy diciendo totalmente digno). En los últimos
dos años he tenido, por cuestiones profesionales, cuatro residencias
distintas. He trabajado gratis más de un año para obtener
experiencia profesional contando prácticas de carrera, máster y
voluntariados internacionales (obviando, por supuesto, el tiempo que
he dedicado y dedico al escultismo). Me he autoempleado, poniendo un
bar, que cómo todo el mundo sabía, no era lo mío, pero “de algo
había que ir tirando”. Entretanto me he formado presencial y
virtualmente en múltiples cosas, todas ellas encaminadas en
educación, medio ambiente y cooperación, que no sólo son los temas
que más me gustan, sino que también sé que son los que se me dan
bien. Y todo ¿para qué? Para sentirme tonta. Para optar a trabajos
muy por debajo de mi currículum. Para casi suplicar trabajar gratis,
mientras me guste o me den formación.
Ayer escuché a Escohotado, en el programa de La 2 Pienso,
luego existo, decir: “mis
amigos son invariablemente personas que sólo tienen lo que han dado
(…) Admiro a las personas fundamentalmente por su capacidad para
dar, y por su economía en el pedir”
Capacidad para dar, tengo. Me gustaría poder pedir menos, poder
vivir menos de prestado. Y si esta sociedad me dejara tener lo que he
dado, me dejaría tener un buen trabajo, que me permitiera seguir
dando lo mejor de mí misma, sin tener que vivir pidiendo prestado.
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