El viaje o la buena gente se encuentra a buena gente
El
viaje o la buena gente se encuentra a buena gente
Después de una grata noche en Madrid, en casa de mi amiga Bego,
emprendo mi viaje hacia México D.F., en un vuelo que resulta ser más
incómodo que otra cosa. No consigo dormir: leo un buen rato, repaso
por menores del proyecto y consejos sobre seguridad del voluntario,
veo una peli de Kusturika compartiendo auricular con el italiano
futbolista que tengo al lado... y finalmente aterrizo. ¡Por fin!
Me esperan en tierra Ana Issa y Ariana, mis amigas de Toluca. Las
familias mexicanas son tremendamente hospitalarias. La de ellas es un
buen ejemplo. Al llegar a su casa, su mamá había hecho chiles
rellenos y después de una ducha reponedora y buena comida, me
dispongo a reencontrarme con viejas amistades en mi lugar preferido
de Toluca. Encontré el lugar cerrado, pero muchos amigos acudieron
al reencuentro, y pese a estar con jet lag, pasé una grata noche.
A la mañana siguiente, con nervios por el largo viaje que me espera,
regreso al aeropuerto de México y tomo el avión hacia Huatulco.
Desde España, planifiqué ir a la embajada, pero el tiempo pasa a
distinto ritmo aquí, y finalmente no pude ir. En el embarque, me
encuentro a dos amables abuelitos que se ofrecen a llevarme hasta mi
primer taxi colectivo en Huatulco-Santa Cruz. El aeropuerto de
aeropuerto de Huatulco es de palapa: he llegado a la selva.
Después de un camino de tierra en el coche de los abuelitos con 4
adultos y 3 niños, más la española, es decir yo, me monto en el
taxi colectivo compartiendo asiento delantero con Cati, una maestra
de provincia que regresa a casa, en Ciudad Ixtepec, a 8 horas de
trayecto de donde tiene su escuelita. ¡Perfecto, estoy salvada;
alguien que va a mi destino!
Dos horas en el taxi colectivo clavándome la palanca de cambios,
luego trasbordo al bus en Salina Cruz; más tarde otro taxi colectivo
desde Juchitán a Ixtepec, y finalmente, Cati me acompaña hasta la
puerta del albergue en otro taxi, ya que son las 11 de la noche y es
tarde para caminar sola y con equipaje. El trayecto me ha hecho
pensar en lo vulnerables que somos, en lo mal que tienen que pasarlo
los migrantes, sin saber dónde están, sin tener a nadie
amigo...Afortunadamente creo que la buena gente se encuentra a buena
gente, y al igual que yo encontré a Cati, estos migrantes se
encuentran en el albergue a voluntarixs y más personas que les
reciben con los brazos abiertos.
Al llegar al albergue me recibe Fátima ya en pijama, y me muestra la
litera, en la que pongo mis sábanas y el mosquitero (debo tener
cuidado con el dengue). Hoy no puede hacer más que llegar y
dormir....Mañana es posible que llegue el tren.
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