El romance del Caracol Pausado y la Paloma Mensajera
El
romance del Caracol Pausado y la Paloma Mensajera
Había
una vez un caracol. Vivía en los arbustos de una pequeña
huertecita. La ramita en la que pasaba la mayor parte del tiempo y
que había hecho su hogar, era la misma rama en la que sus padres le
habían criado. El caracol conocía cada animalito y cada rincón de
la huerta como su propia concha. Sus vecinos le saludaban al pasar
con un ¡Buenos días, caracol! Y el caracol respondía ¡buenos
días, nos da hoy el sol! con una buena sonrisa. Los días que se
nublaba, el caracol contestaba sincero ¡Buenos días tenga usted,
aunque hoy no salga el sol!
Definitivamente,
el caracol pasaba sus días feliz, entre paseos, comilonas con sus
amiguitos y el poco trabajo que acía para poder vivir. Le gustaban
las cosas sencillas.Él siempre decía que todo el mundo podía ser
feliz con poquito, y disfrutando al detalle de las cosas que a uno le
rodean.
Le
gustaba la lectura. Aunque el caracol no había salido de su huerta,
en realidad el había experimentado grandes aventuras recorriendo
selvas inóspitas; él había sido el detictive más elocuente de
Miami o se conocía al dedillo todos los laberintos de las pirámides
de Egipto.
A
veces, te podías encontrar al caracol, posadito en la rama de toda
la vida, tomando el sol, pero con la mirada perdida, viajando con su
mente a cualquer rincón del planeta o del espacio exterior.
Definitivamente, tenía mucha imaginación.
En
las comilonas con los amigos, no paraba de contar grandes historietas
que hacían enmudecer a toda la mesa. Realmente, el caracol era
tratado como un animal sabio entre los habitantes de la huerta y sus
opiniones eran muy respetadas. De vez en cuando, en los momentos en
los que el caracol acababa una historieta, se podía escuchar a
algunos animales decir: ¡ Es que este caracol tiene mucho mundo! Y
él, por lo bajo, se reía pensando en que en realidad no había
traspasado más allá de la verjita amarilla de la huerta.
Pero
un día, cuando se disponía a emprender su paseo diario por los
surquitos de los tomates, se encontró, picoteando un tomate, a una
paloma mensajera. Al principio, se asustó un poco, pero enseguida se
quedó prendado porque era tan, tan... no sabía explicarlo, porque
la paloma no era realmente bella. Su plumaje, era desaliñado, en el
ojo tenía una pequeña cicatriz y además por su aspecto, parecía
que no habia comido en días.
El
caracol sabía que corría peligro,quedándose allí parado,
ensimismado, como tonto mirando a la paloma. Porque ésta de un
picotazo podía comerselo sin pestañear.Pero hacía poco, se había
leído una increible historia de una paloma mensajera de guerra que
recorría el mundo entero transladando cartas de un lugar a otro. Y
se moría de ganas de hablar con ella,de escuchar sus increíbles
historias, pero sabía que corría peligro. Si la paloma le veía...
y de repente, mientras estaba analizando interiormente todo esto, se
dio cuenta de que la paloma le miraba fijamente. Su corazón se
aceleró, su estómago se dió lavuelta. El caracol se sentía
cercano a la muerte y se quedó paralizado, también mirándola,
esperando su triste final. Pero la paloma en lugar de abrir el pico y
meterle un buen bocado dijo.
- ¡Hola!
El
caracol, casi sin poder creérselo y con voz temblorosa respondió:
- Hoooo...o..la
- ¿Cómo te llamas?
- Ca...aa..racol ¿y...y ...tú?
- Paloma Mensajera. ¿Eres de por aquí? Es que acabo de llegar y estoy como loca buscando un sitio para descansar y llenar la panza. ¡Ah! Y no te preocupes. ¡Soy vegetariana!
El
caracol dijo:
- Ufff, ¡menos mal! - y se tranquilizó.
En
seguida, el caracol, haciendo alarde de su famosa hospitalidad, le
ofreció su ramita para descansar. Pasaron el día comiendo lechuga y
contandose historietas. El caracol estaba maravillado con las
increíbles aventuras de la paloma y al llegar la noche y después de
haber bebido un poco de licor, la conversación se tintó más
íntima. El caracol sentía ganas de abandonar su huertecillo de toda
la vida ylanzarse a vivir aventuras. Y la paloma decía que el
caracol tenía suerte de tener tan buenos y grandes amigos, que podía
ver a diario y disfrutar de su compañía cuando quisiera. Ella, sin
embargo,conocía muchos animales, muchos lugares, pero en realidad
sentía ganas de asentarse, crear un nido, y vivir una vida
tranquila, con compañía y feliz. Y no tan loca, rápida y a veces
tan solitaria.
Por
otro lado, la paloma animaba al caracol a conocer mundo. Además ¡con
la suerte que él tenía de llevar la casa siempre a cuestas!
Vivieron
una noche fantástica. Se quedarían asi de agusto para toda la vida,
viajando o en la huertecita, pero juntos. Pero los dos sabían que
sus vidas eran opuestas, seguían caminos distintos.
A
la mañana siguiente, se despidieron con pena pero a la vez con la
satisfacción de haber vivido unos momentos irrepetibles y
emocionantes juntos.
Tiempo,
largo tiempo después, la paloma decidió dejar de viajar y se fue a
la huertecilla a pasar el resto de sus días, esperando encontrar
allí al caracol. Pero al llegar allí, se sorprendió al ver que no
se encontraba en su rama. Preguntó a los vecinos y estos le
contestaron que inexplicablemente,hacía un año, había abandonado
su tranquila vida y se había ido,según él, a vivir aventuras
emocionantes.
Aunque
la paloma al principio se entristeció, después entendió lo que el
caracol había hecho y se alegró por él.
Un
día la vida de un tranquilo pero soñador caracol se cruzó con la
vida de una loca y rápida paloma viajera. Se enamoraron. Tiempo
después cambiaron su vida para poder volver a reencontrarse. Pero en
verdad se encontraron a sí mismos,obteniendo aquello con lo que
siempre habían soñado.
DESTINOS
CRUZADOS.
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